domingo, 11 de octubre de 2009

El Molino del Puente de Dúrcal

También se llama Biodúrcal. Se llega fácil desde Granada. Camino del Padul. Se sigue hasta Marchena y llegando al Zahor, se llega a los puentes de Dúrcal. Lo primero que se ve es el puente que hizo Eiffel (el francés, el de la torre de París) y luego un puente de piedra, una curva y a la derecha. Allí, en la misma puerta dejamos la moto. Se puede aparcar dentro porque tiene aparcamiento propio, pero nosotros preferimos darnos un paseito por la cuestecita que lleva hasta el antiguo molino.

Nada más bajar te sales de todo. Se cambia de sitio como si te hubieras metido en una cámara de viajes astrales. Los sonidos son los de la naturaleza y del agua, que suena por todas partes.
Al final de la cuesta se puede ver el edificio que corresponde al antiguo molino, dónde se ha adaptado para un pequeño hotel rural y la espalda de la entrada de un restaurante. La puerta suele estar cerrada. Mejor. Yo prefiero entrar por la otra puerta, dando la vuelta al edificio.

Si bonito es el frente, más bonito es la parte trasera, donde han instalado el comedor al aire libre.

Nos sentamos en unas mesas muy bien dispuestas y había varias familias con niños disfrutando del aire libre. Todo muy tranquilo. Todo muy agradable. Cuando empezamos a leer la carta llegó un grupo que desentonaba un poco: 5 personas, 4 hombres y una mujer, todos ellos vestidos de chaqueta y corbata y ella muy guapa. Uno de ellos destacaba porque era el más aparentoso. Vestía muy, muy bien. Un paño de mil rayas con muy buena presencia. Se notaba que era una comida de trabajo. El señor mayor, al pedir la carta, hizo una broma: ¿No la tienen en Catalán?. ¡Acabámos!. Habían traído al señor catalán a disfrutar de los encantos de la comida granadina. Sin embargo, tengo que decir una cosa. Me cayó bien el catalán desde el primer momento. No se hacía el simpático. Lo era. Supo mantener el ambiente toda la comida. Pidió lo mejor que tuvieran de la casa, preferentemente vegetal. Preguntó si los huevos eran de la casa y al decirle que sí, lanzó un piropo. ¡Genial!.
Puede parecer que estuve pendiente todo el rato de la mesa de al lado. No es verdad. Pero tengo que hacerle el honor al catalán. Creo que él también se llevó una buena opinión. Además cuando llegó el momento más duro, el de la factura, se peleó por pagarla, ¿que no os lo creéis?¡pues sí!¡que pagó él!. Hubo varios intentos de anularlo, pero se levantó hasta el camarero que estaba sirviendo en otra mesa para adelantarse con la VISA ... luego fue a la cocina mientras estaban distraidos sus compañeros ... así que al final se salió con la suya. Yo no sé de que era el negocio, pero a mí un tío así me consigue lo que quiera.
Bueno, al grano. ¿Qué comimos nosotros?.


Alcachofas con gambas
Berenjenas gratinadas
Conejo en salsa
Todo riquísimo. Acompañado con agua de Lanjarón y un refresco, que encima de la moto nunca hay que beber nada de alcohol.
Mientras comíamos, el sonido del agua. La brisa entre los árboles.

El resto un paseo entre estanques, ánades, cisnes blanco y negros...




y como firma un granado, de Granada.




La posible receta: se eligen unas alcachofas presentables, se cuecen para ablandarlas y se reserva el caldo. Se sofríen unas cebollas y al final se echan las gambas. Se rebozan las alcachofas harinadas y pasadas por huevo y una vez fritas, se juntan en una cazuela con las cebollas, las gambas y el caldo con un poco de vino blanco. Se dejan 10 minutos en el horno y a servir. Buen provecho.

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