lunes, 12 de octubre de 2009

Rhin Barril: nos vamos de tapas.


Granada estaba preciosa. Después de hacer unas faenas pendientes, no podíamos volver a casa así como así. Por eso, en vez de poner el intermitente a la derecha, cuando llegamos a la desviación de los Ogíjares en la Ronda Sur, seguí adelante sin saber dónde acabaríamos. Tras pasar los túneles, cogí a la derecha, rumbo a Sierra Nevada, pero un nombre se me vino a la vista: Güejar Sierra. ¿Cuánto tiempo hacía que no me acercaba a ese pueblo?. Cogí la desviación y dirigí mi M800 rumbo al pueblo. Eran casi las 11 de la mañana.
Es una carretera de curvas, y curvas, y curvas, y curvas, y... Mi M800 iba contenta. Se adaptaba a cada una de ellas. A veces me da la sensación de que ella me lleva. Yo sólo tengo que adaptarme. Quien no conozca la carretera que lleva a Güejar Sierra no se la puede imaginar. Encima de una moto la ves con el rabillo del ojo. De pronto parece que has llegado al mar. Más adelante, quieres recordar algunas estampas de la sierra asturiana. Una especie de acantilados, con formaciones rocosas que se elevan hasta la altura. El pantano de Canales le da un maquillaje costero a esta parte de la Sierra. Quizá por su belleza, quizá por su tranquilidad, es escogida todos los fines de semana por cientos de ciclistas que se abrazan a su paisaje, tratando de conquistarlo.
Desde arriba de una moto, te das cuenta de la cantidad de gente que sale en Granada los fines de semana para disfrutar de sus pueblos. Todo lleno. Es como si una Concejalía de Multitudes organizara concienzudamente para que los granadinos llenaran todos los espacios posibles. Sin embargo, no había sensación de plenitud. Había la gente precisa para crear un buen ambiente. Un ambiente casi festivo. Subimos a lo alto de la plaza del ayuntamiento y nos dimos la vuelta. Tengo que preguntar por este pueblo, para saber dónde puedo dejar la moto otro día y disfrutar de algún lugar especial.

Nos volvimos a Granada con ganas. Para no tener que mirar para otro lado al llegar al desvío de los Ogíjares, me desvié antes: Vergeles. Bonito nombre verdad. Es una parte nueva de Granada que se ha desarrollado con buen gusto. Avenidas amplias. Muchos, muchos, muchos bares y muchas, muchas, muchas terracitas. Me llamó la atención una donde había muchas motos aparcadas y unos moteros tomando algo. Busqué un hueco para dejar descansar un poco a la M800.

Había una mesa libre que parecía estar reservada para nosotros. Una esquina de buen gusto, rodeada de terrazas por las calles adyacentes y por las aceras de los paseos interiores. Un solecito muy agradable se asentaba entre las sombrillas.
Pusimos nuestras chupas en una silla junto a las chupas de los vecinos. Motoristas de fuera de Granada que parecía que se habían despertado en la madrugada para disfrutar de nuestra ciudad. Estaban refrescándose para hacer el camino de vuelta. Me encanta pensar que algún día pueda hacer yo lo mismo. Armar el mapa de España como un juego del escondite y buscar cada fin de semana un poquito de felicidad en cada ciudad.
Pedimos un refresco porque no se debe de probar el alcohol cuando vas sobre una moto y probamos con las tapas. Puedes elegir de entre una quincena de ellas. Bastante difícil. Te gustaría probar más de una de ellas. Optamos por una sóla y ya volveríamos otro día.
Lomo al sabor de la leña.
Jamón con tomate.
Los vecinos se fueron enfundados en sus trajes de caballeros del asfalto y vimos aparecer la cabeza de unos amigos por la acera. La Concejalía de Multitudes que quería que disfrutaramos de compañía. El Concejal de Multitudes está en todo.
Un servicio de camareras muy amable distribuyeron a mis amigos en su terraza y al sonar la alarma tuvimos que volver a nuestra casa dónde dos adolescentes nos esperan para hacernos disfrutar de su tierna etapa.

Posible receta: Un trozo de pan de Alfacar o similar (bastante difícil), un chorreón de aceite de oliva que lo empape y sobre una base de tomate una loncha de jamón que no deje ver el pan.

domingo, 11 de octubre de 2009

El Molino del Puente de Dúrcal

También se llama Biodúrcal. Se llega fácil desde Granada. Camino del Padul. Se sigue hasta Marchena y llegando al Zahor, se llega a los puentes de Dúrcal. Lo primero que se ve es el puente que hizo Eiffel (el francés, el de la torre de París) y luego un puente de piedra, una curva y a la derecha. Allí, en la misma puerta dejamos la moto. Se puede aparcar dentro porque tiene aparcamiento propio, pero nosotros preferimos darnos un paseito por la cuestecita que lleva hasta el antiguo molino.

Nada más bajar te sales de todo. Se cambia de sitio como si te hubieras metido en una cámara de viajes astrales. Los sonidos son los de la naturaleza y del agua, que suena por todas partes.
Al final de la cuesta se puede ver el edificio que corresponde al antiguo molino, dónde se ha adaptado para un pequeño hotel rural y la espalda de la entrada de un restaurante. La puerta suele estar cerrada. Mejor. Yo prefiero entrar por la otra puerta, dando la vuelta al edificio.

Si bonito es el frente, más bonito es la parte trasera, donde han instalado el comedor al aire libre.

Nos sentamos en unas mesas muy bien dispuestas y había varias familias con niños disfrutando del aire libre. Todo muy tranquilo. Todo muy agradable. Cuando empezamos a leer la carta llegó un grupo que desentonaba un poco: 5 personas, 4 hombres y una mujer, todos ellos vestidos de chaqueta y corbata y ella muy guapa. Uno de ellos destacaba porque era el más aparentoso. Vestía muy, muy bien. Un paño de mil rayas con muy buena presencia. Se notaba que era una comida de trabajo. El señor mayor, al pedir la carta, hizo una broma: ¿No la tienen en Catalán?. ¡Acabámos!. Habían traído al señor catalán a disfrutar de los encantos de la comida granadina. Sin embargo, tengo que decir una cosa. Me cayó bien el catalán desde el primer momento. No se hacía el simpático. Lo era. Supo mantener el ambiente toda la comida. Pidió lo mejor que tuvieran de la casa, preferentemente vegetal. Preguntó si los huevos eran de la casa y al decirle que sí, lanzó un piropo. ¡Genial!.
Puede parecer que estuve pendiente todo el rato de la mesa de al lado. No es verdad. Pero tengo que hacerle el honor al catalán. Creo que él también se llevó una buena opinión. Además cuando llegó el momento más duro, el de la factura, se peleó por pagarla, ¿que no os lo creéis?¡pues sí!¡que pagó él!. Hubo varios intentos de anularlo, pero se levantó hasta el camarero que estaba sirviendo en otra mesa para adelantarse con la VISA ... luego fue a la cocina mientras estaban distraidos sus compañeros ... así que al final se salió con la suya. Yo no sé de que era el negocio, pero a mí un tío así me consigue lo que quiera.
Bueno, al grano. ¿Qué comimos nosotros?.


Alcachofas con gambas
Berenjenas gratinadas
Conejo en salsa
Todo riquísimo. Acompañado con agua de Lanjarón y un refresco, que encima de la moto nunca hay que beber nada de alcohol.
Mientras comíamos, el sonido del agua. La brisa entre los árboles.

El resto un paseo entre estanques, ánades, cisnes blanco y negros...




y como firma un granado, de Granada.




La posible receta: se eligen unas alcachofas presentables, se cuecen para ablandarlas y se reserva el caldo. Se sofríen unas cebollas y al final se echan las gambas. Se rebozan las alcachofas harinadas y pasadas por huevo y una vez fritas, se juntan en una cazuela con las cebollas, las gambas y el caldo con un poco de vino blanco. Se dejan 10 minutos en el horno y a servir. Buen provecho.